Con la resolución 0138 del 31 de mayo de 2021 el Ministerio de Cultura de Colombia puso fin a la ignominia del nominar el 12 de octubre como el día de la raza. Fecha en la que se solía celebrar el “descubrimiento” de América exaltando la herencia hispana de las antiguas colonias. Si bien es un gran avance en términos de dar un giro de sentido, al declarar el 12 de octubre como el “Día de la Diversidad Étnica y Cultural de la Nación” muy acorde con los fundamentos multiculturales de nuestra constitución de 1991, consideramos que esta denominación se circunscribe a una lógica de supremacía blanco-mestiza que solo celebra la diversidad etno-cultural, basados en principios de inclusión que no cuestiona las raíces estructurales e históricas de la desigualdad y de la injusticia etno-racial.

España en 1914 en su agonía y nostalgia imperial llamó esta fecha la “Fiesta de la Raza”, como una manera de conmemorar la gran hazaña de Colón y su papel providencial de llevar la fe cristiana y la civilización al “Nuevo Mundo”. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el concepto de raza se convierte en un término proscrito, razón por la cual, la raza será remplazada por el término hispanidad y finalmente reducido en 1987 al “Día Nacional de España”. Como bien lo expresa el Ministerio de Cultura en su justificación del cambio nominal del día de la raza, la mayoría de naciones suramericanas han renombrado esta fecha enalteciendo a los pueblos indígenas y afrodescendientes del Abya Yala y su aporte a las naciones del continente.

No obstante, resulta sintomático que seamos los últimos en resignificar esta fecha apelando a la consigna de la celebración de la pluriculturalidad y la inclusión. Sin desconocer los grandes avances en términos de los reconocimientos jurídicos otorgados por la constitución vigente, consideramos que esta fecha más que dar cuenta de lo que ya sabemos, nuestra diversidad cultural, debe poner el énfasis en culminar el proceso inacabado de la descolonización. Descolonización epistemológica, institucional y subjetiva. Para los pueblos aimaras y quechuas, por ejemplo, 1492 marcó el inicio de un pachakuty, un evento de transformación radical del tiempo y del espacio que puso literalmente el mundo patas pa’ arriba.

Para el filósofo afrocaribe Nelson Maldonado-Torres se trató de una catástrofe doble, a saber, por el genocidio indígena y la esclavización de millones de africanos.  En los dos casos se trató de un gran trauma y una herida que no cierra al permanecer abierta por las continuidades del colonialismo manifiesto en la exclusión histórica de las personas racializadas en las repúblicas blanco-mestizas. El racismo está inscrito en la historia, esto quiere decir que no ha estado siempre. El racismo que padecemos en el presente tiene su origen en la colonización ibérica de lo que hoy conocemos como América y que las naciones indígenas andinas llaman Abya Yala. De manera que el racismo tiene una densidad histórica que hay que desenmarañar por ser una de las más nefastas continuidades del colonialismo como organizador de diferencias antropológicas que justifican la exclusión, superexplotación y la subhumanización.

Por esta razón, no celebramos la diversidad cultural de la nación, conmemoramos sí, las luchas que, desde el arribo de los hombres pálidos y acorazados, armados con el cristo y la espada resistieron de múltiples maneras la colonización. Por eso, desde el Caribe colombiano declaramos el 12 de octubre el día la interculturalidad y el antirracismo como una fecha que conecta las resistencias y las ontologías indígenas y negras con el horizonte utópico de una sociedad intercultural y libre de racismos.